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                                                                              e__archivo_photo_10_1_1_20100623_ypr13f1.tif2.jpgEl veterano delantero Martín Palermo escribió el martes en Sudáfrica un nuevo capítulo para la película de un futbolista con una carrera plagada de goles milagrosos, situaciones increíbles, lesiones absurdas y récords de todo tipo. Diez minutos fueron suficientes para que el "Optimista del Gol", como lo llamó su ex entrenador Carlos Bianchi, marcara el segundo gol que selló la clasificación de Argentina a los octavos de final del Mundial de Sudáfrica, después de vencer 2-0 a Grecia para adjudicarse el Grupo B con un puntaje perfecto. En las gradas, su familia rompió a llorar ante la acción del ex jugador del Villarreal.

El primer tanto, anotado por el delantero Martín Demichelis, hizo estallar en gritos a los argentinos, pero la emoción se transformó en llanto provocado por el amor a un jugador al que todos esperaban ver junto a Lionel Messi. "Para mí es algo que lo soñé pero la película de Palermo no termina nunca, es increíble (...) lo metí a Palermo y nos hizo los milagros", dijo Maradona después del partido. En tanto, Palermo sostuvo: "Esto es único, es impagable, tengo que agradecerle siempre a Diego, el cuerpo técnico, siempre peleando sabiendo los grandes jugadores que están en la selección". "Cuando me llamó para que entrara (en lugar de Diego Milito) Diego (Maradona) me dijo: Entrá, matate, jugate la vida", recordó el veterano delantero de 36 años. Palermo, que no sabe si continuará jugando en Boca Juniors, había sido convocado por Maradona para integrar una selección argentina plagada de destacados delanteros como Messi, Milito, Gonzalo Higuaín, Carlos Tevez y Sergio "Kun" Agüero.

Todo un símbolo 'xeneize'

No es habilidoso, pero sí efectivo. Palermo, de 1,92 metros de altura, fue siempre considerado hasta por sus propios admiradores y un sector del periodismo argentino como un "tronco", apodo que se les da en Argentina a los jugadores faltos de técnica. Muchas veces su pegada fue con el tobillo, la cadera, la nuca o con los dos pies juntos, pero sus remates siempre tuvieron destino de gol. Palermo marcó goles espectaculares, como uno jugando para Boca Juniors desde la mitad de la cancha contra Independiente, otro a San Lorenzo desde un ángulo cerrado, o también un cabezazo de más de 40 metros en una mala salida del portero de Vélez Sarsfield. En su paso por el fútbol español, Palermo sufrió una lesión en una pierna cuando fue a festejar un gol con sus aficionados y se fracturó el tobillo. En Argentina, jugando para Boca, marcó un gol a pesar de tener rotos los ligamentos de una rodilla, lesión de la que se supo posteriormente en los vestuarios. Durante la Copa América de Paraguay, Palermo falló tres penaltis en el mismo partido, en el que Argentina fue eliminada por Colombia, y en otro encuentro en su país se resbaló pero tuvo la suficiente habilidad como para marcar el penalti pegándole al balón con los dos pies.

Después de consagrarse en el primer semestre del 2010 como el goleador histórico de Boca con 222 tantos, Palermo sedujo a Maradona, que apelando a una de sus frases célebres dijo: "Es mi San Palermo". El entrenador, que pareció necesitar de un milagro cuando Argentina estuvo a punto de no clasificarse para Sudáfrica, confió en su instinto sobre que Palermo podría conseguir lo imposible en la eliminatoria sudamericana. Y pasó. Argentina perdía 1-0 con Perú y el resultado lo dejaba con un pie fuera del Mundial. Pero Palermo, que entró a minutos del final, fiel a su costumbre estuvo en el lugar y el momento indicados cuando, faltando 60 segundos para el final del partido, recogió un rebote dentro del área y convirtió el gol de la salvación tocando suave al fondo del arco. La foto que recorrió el mundo, fue su celebración con el torso desnudo salpicado por la intensa lluvia y el rostro desencajado y lleno de lágrimas mirando al cielo buscando imaginariamente el alma de su pequeño hijo muerto. La creencia y el comentario general era que el "optimista del gol" puede ser el eslabón que se necesita para conseguir un milagro. Pero mientras todos esperan los goles de Messi, Palermo mira desde el banquillo y espera, sabiendo que en cualquier momento puede entrar para tratar de seguir escribiendo su película, que podría tener un final feliz si contribuye a que Argentina gane un título que no logra desde hace 24 años.

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